En una obra de Tennessee Williams, un italiano tosco y corpulento
se tatúa una rosa roja en el pecho en estado de embriaguez para enamorar a una
mujer mayor. Este personaje se emborracha por amor.
Se tiene por cierto que Tennessee Williams era homosexual. (286)
Bruno Soreno es Juan Carlos Quiñones y yo
soy el que suscribe. Todos los nombres el
nombre es el mejor libro del año. Lo sé bien porque me costó un accidente,
la copa de vino que salió volando en medio de la Librería La Tertulia después
de la presentación del libro de Jossianna Arroyo sobre la masonería caribeña.
Yo coloqué mi vaso de tinto sobre unos libros, fui a devolver el libro de Bruno
Soreno, él se conmovió o se alteró (no lo vi, no tengo ojos en la espalda) and
next thing you know el piso entero lleno de sangre de uva fermentada, con lo
cual Jossianna creo que me da una mirada o tal vez me la dio después, o quizá
antes. Nos dedicamos a recoger el efluvio y constatar la milagrosa salvación de
la mercancía de la tienda: ¡nada mojado! Juan Carlos insiste en limpiar, pero
yo soy el que busco las servilletas y recojo, dejándole lo último. Juan Carlos
no sabe qué libro se ha presentado esa noche, tampoco tiene dinero para comprar
un libro de filosofía que le interesa (¿de Deleuze?), pero tiene dos copias de Todos los nombres el nombre en su
mochila y me puede vender una por algunos dólares menos de lo que cuesta en la
tienda. Mi madre de ochenta y cinco años ya está lista para que yo busque el
carro y la lleve de regreso a Miramar, de hecho, a una fiesta navideña en la
calle La Paz. Yo no sé que estoy a punto de comprar el mejor libro del 2013, lo
único que sé es que Silvia Álvarez Curbelo acaba de presentar Writing Secrecy in Caribbean Freemasonry y Lilliana Ramos Collado no llegó pero su reseña saldrá en El Nuevo Día en pocos días. Silvia Álvarez Curbelo habló e invocó
espíritus, porque ella ató la masonería al espiritismo y a la política y hasta habló
de Segundo Ruiz Belvis y de Ramón Emeterio Betances y de Eugenio María de
Hostos y de Rosendo Matienzo Cintrón, pero yo lo que sé es que cuando miré
hacia arriba hacia los anaqueles que teníamos a la izquierda, lo que yo veo es
la mismísima cara de Eugenio. Claro, que yo pensaba que era la mismísima cara
de Eugenio el marido de Yolanda, que estaba ahí sentado a unas filas detrás de
mí. Y yo pensando, “Caramba, la verdad es que es increíble, ahí está Silvia
invocando a los espíritus y hablando de mesa blanca, es más, hasta le pidió en
broma a Alfredo Torres, el dueño de La Tertulia, que apagara las luces para que
empezáramos el séance y mira, ahí
está la mismísima cara de Eugenio”. Y después que se acaba la presentación y
vamos a ver, precisamente es una foto de Eugenio Fernández Méndez de joven con
una barba candado que ya tenía un parche de blanco y se parece en cantidad al
marido de Yolanda. Y cuando voy a guardar el libro de Fernández Méndez (una de
sus obras tempranas sobre los taínos) veo el libro sobre Hiram Bithorn y ¿cómo
se llama el cuñado de Jossianna que está allí con su esposa? Pues Hiram
Betances, por supuesto, por lo cual tuve que ir a enseñárselo a él y a su
esposa Vanessa. Nada es casualidad. Eso se llama el método de la contigüidad:
las conexiones que se logran cuando una cosa está cerca de otra, como el marido
de Yolanda al libro de los taínos y el cuñado de Jossianna al libro del
pelotero recordado por un estadio.
Y con eso nos vamos, yo con el libro de
Juan Carlos que también se llama Bruno Soreno y cuando por fin llego a mi casa
tras pasar por la fiestecita de Miramar en donde estuvieron mis colegas de juventud
que se dicen a sí mismas “Las Magnolias”, ¿qué veo? Que el mejor libro del 2013
tiene toda una sección sobre Diamela Eltit, bueno, prácticamente un ensayo
literario, pero en realidad Todos los
nombres el nombre es muchas cosas, si comienza con todo un juego literario
sobre Julio Cortázar y me pongo a seguir las instrucciones: que brinques a esta
página, que leas tal nota, y entonces ves que te manda pa’trás, que es un
círculo, e impactadísimo quedas de la coordinación tipográfica o editorial que
le permitió atar el acertijo para que sigas cayendo. Cierto es que redunda en
la teoría del lector macho y el lector hembra por lo cual tal vez Néstor
Barreto no esté tan mal. Pero yo estudié con Diamela Eltit en Columbia
University y en seguida me enamoro de un libro dedicado a ella. Claro está, eso
creía yo, porque hoy (que en realidad ya es ayer) me entero que el libro es más
de Luis Rafael Sánchez. Eso yo no lo había visto, pero hoy en la Librería
Mágica (que yo le quería seguir diciendo La Ter, es decir, eso fue lo
que empecé a escribir y después tuve que tachar cuando fui a dedicarle una
copia de Abolición del pato a Lizza Fernanda que también es Luis Felipe Díaz) y ahí ella me dice: “Eso es bien
simbólico” y yo en seguida pongo la mano sobre el corazón y la muevo hacia
fuera y hacia dentro, nunca pensé que el corazón de La Tertulia latiera, que
fuera precisamente un verbo. Porque en realidad lo que pasó fue que vi a Bruno
Soreno que es Juan Carlos Quiñones a través del vidrio de la ventana, detrás de
Éder que ya regresó de Barcelona, ya estábamos en La Mágica (nombre de por sí
más que apropiado), don Arnaldo González y su esposa Reina y el escritor Luis
Negrón organizaron un “In Store Navideño” y claro, como yo no soy del mercadeo
pues yo no sé lo que quiere decir eso pero don Arnaldo me explica, básicamente
eso quiere decir que tienes un evento en la tienda. Ellos convocaron como a
treinta escritores para los días 21 y 22 de diciembre de 2013 y la verdad es
que por ahí pasó muchísima gente, como bien ya dijo Marta Aponte Alsina en
Facebook (aunque ella sólo fue el sábado). Y yo me enteré en realidad por las
fotos de Yolanda Arroyo Pizarro, que también vi en Facebook. Hasta Mayra Santos-Febres
y Eduardo Lalo y José Quiroga pasaron por ahí el sábado y el domingo ¿con quién conversé
muchísimo? Pues con Carlos Vázquez Cruz y con Cindy Jiménez-Vera, que resulta
que es la directora de la Biblioteca Nacional de Puerto Rico, además de ser
tremenda poeta y maravillosa persona.
¿Pues qué es lo primero que le digo a
Juan Carlos? Pues que me había encantado su libro y que lo más maravilloso era
la sinergia entre la tipografía y el diseño del libro de Néstor Barreto (a
quien yo adoro) y los textos. ¿Y qué me dice Juan Carlos? Que la portada es una
pintura o un dibujo de una ex-novia que estudiaba derecho en Columbia y que
armó la imagen de las hormigas que cargan un rompe cabeza con la cita de Luis
Rafael Sánchez que estructura el libro.
Un pasaje de un
libro de Luis Rafael Sánchez se acomoda entre otros dos y vertebra este libro.
Ese el libro donde aparece dicho pasaje se llama La importancia de llamarse Daniel Santos. El epígrafe vertebra
este libro tanto y tanto que me tomo la licencia de profanarlo y desecrarlo no
una sino dos veces, la primera enumerando cada oración y comentándola al modo
erudito de la nota al calce, contando esas líneas para nombrar el libro y para
nombrarme. La segunda, mucho más atrevida y devastadora, recortando cada
palabra de ese texto y remontando cada palabra al azar, improvisando al modo de
los cut-ups de Burroughs. Acaso
intentando hacer de mí un lugar donde Burroughs y Sánchez sean fantasmas el uno
del otro… (287)
Lo de Luis Rafael Sánchez lleva a que uno
hable de mil cosas que no tienen que ver con el libro (nada es casualidad) y creo
que ahí mismo, o bueno, en realidad más tarde le empiezo a explicar a Lizza
Fernanda que yo creo que sé quién fue el que le escribió una carta a mi
universidad protestando contra el que yo hablara sobre la homosexualidad de
Luis Rafael Sánchez en mi libro Queer Ricans y acusándome de una violación ética y yo creo que sé
quien fue porque vino a hablarme de mi libro en Río de Janeiro antes que
hubiera ni siquiera salido y esto es lo que yo dije:
The fact that Sánchez is a semicloseted gay author who is mulato in a
country where the literary establishment has historically been rather racist
and sexist (not to mention outwardly homophobic) is also of particular
importance; critics have also analyzed the veiled and not-so-veiled mentions of
homosexuality in his other works, particularly in his two novels, La guaracha del Macho Camacho and La importancia de llamarse Daniel Santos
(The importance of being Daniel Santos), where the author clearly jokes about
the fact that he is gay and in the closet.10 (Queer Ricans, 3)
Y si después tú vas a la nota número diez
(como en Todos los nombres el nombre)
pues ves que yo explico que yo no soy el primero que lo dice. Y la verdad es
que estuvo bien que esa persona me acusara antes de que saliera mi libro porque
pude expandir y explicar un poco más qué es eso de estar semi-enclosetado.
Y si tú abres el libro de Bruno Soreno,
¿qué vas a ver? Todo un ensayo sobre Luis Rafael Sánchez y Manuel Ramos Otero y
menciones de Tennessee Williams y aclaraciones sobre las novias de Bruno Soreno
y comentarios sobre si es o no es homosexual (como bien dije al principio de
esta reseña) y comentarios sobre su alcoholismo.
Precisamente en la quinta parte, lo que
sería el quinto libro, lo que se llama Autobiografía
de Todos los nombres el nombre que es la parte de arriba de la página
porque por debajo está Between Planes
que es en inglés y de esa no es que yo estoy hablando. En esta parte es la que
el narrador habla de vestirse de mujer para Halloween en 1999 y más tarde de ir
a una discoteca (que yo me voy a inventar que era una discoteca gay porque yo
me sospecho que era Krash o Eros o como se llamase en aquél entonces) y ver a
Wico:
Un martes del año 1991, me hayo en una discoteca de Santurce casi
desierta, y el hombre entra, incierto entre el humo dulce y los claroscuros que
provocan las luces multicolores del tiovivo en que se convierte toda la
discoteca ciertos martes por la noche, casi desierta. Él está bien vestido. Él
se recuesta de una columna y mira o analiza y añora la situación de una única
pareja que baila en la pista. Mi compañera de esos días, una estudiante de
drama en esos días y amiga del alma hasta el día de hoy (me permito la licencia
de escribir sobre su vida privada porque todo es pertinente y nada es
casualidad) me agarra por el brazo, me aprieta y me dice al oído mientras inhala
profundo el humo dulce en un mareo de devoción: “Ese es Luis Rafael Sánchez”,
me susurra al oído, como si la música electrónica, amplificada, sincopada como
el corazón de mil vivientes no fuera sordina suficiente para el secreto. Yo
nunca percibí su rostro. (279)
Y eso que no he mencionado casi nada de
Manuel Ramos Otero, que también aparece en los balcones de la Norzagaray.
Bueno, él no se aparece, pero sus personajes sí.
Tampoco he hablado de la reescritura de United States of Banana de Giannina Braschi:
11 septiembre, 2001. Yo estaba dormido, borracho como un puerco, y
me lo perdí. (289)
O de la afirmación más simple:
Se da por hecho
sabido que yo soy homosexual. (291)
Y lo de la locura es claramente dos cosas
a la vez, una tragedia para los que viven el día a día de la cotidianeidad, los
que se preocupan y solidarizan, y una alucinación para el que viene de fuera y
parece que estás en el reino de Alicia en
el país de las maravillas, como ayer domingo cuando entra una escritora de
Lares con su madre que padece de Alzheimer y la madre (a quien yo nunca he
conocido, o al menos eso piensa la hija) me saluda y hace todo tipo de
preguntas y se ríe y por supuesto, para la hija es un suplicio pero para mí el
manicomio de la vida es una película de Buñuel, porque quién sabe si yo sí he
conocido a esa señora alguna vez: yo estuve en Lares un día, tal vez esa señora
tiene una memoria incontable y me recuerda de un día hace como veinte años
atrás. La inocencia del niño y la irresponsabilidad del que no carga con el día
a día abre la ventana del genio, de la belleza y la poesía y aparece el duende
en el mismísimo seno del horror. Y por eso yo me río a las carcajadas con mi
viejita divina de Lares y con Bruno Soreno que es Juan Carlos Quiñones. Y por
eso es que Todos los nombres el nombre
es lo que es.
(Texto escrito a petición de Néstor
Barreto, que me dijo: “Escribe algo”. Claro, que en aquel momento yo no sabía
que Guillermo Rebollo Gil y Melanie Pérez Ortiz ya habían dicho sendas cosas, ni que
ya habían entrevistado a Bruno Soreno en Cruce. Pero lo que dije está bien.)
Firma: Lawrence La Fountain-Stokes, que
también es Larry La Fountain y Lola von Miramar.
Hemos dicho.
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