Thursday, February 17, 2011

¡Maricones de Río Piedras, uníos!



Hay que ver que un día se paró un maricón en frente de una torre. ¡Ay qué maricón! No voló. No echo plumas. No podía. Escalar la torre quiso cual Spiderman o Superman pero estaba con miedo con eso de las noticias sobre el musical de Broadway en el que todos los actores salían volando y caían al piso cuales aves heridas, desplumadas, mal volado el superhéroe volador. El maricón no era superhéroe, ya quisiera. ¡Qué sueño! Pato superhombre, una cosa nietzcheana, foucaultiana, derridiana, simonedebouvoiriana, rosarioferriana, taliacuerviana, manuelramosoteriana, mayrasantosfebriana, angelozadiana, confusa y contradictoriamente martinlutherkingjuniorana, mahatmagandhiana y malcolmexiana, así como de decir: tú eres mío. Tú en este día de San Valentín, en este día de los enamorados, tú que estás ahí parado, tan guapo, tan solidario, tan cerca de la torre, tan cerca del maricón sin plumas, tan listo para volar sobre la torre, para reclamarla, pintarla, manosearla, respetarla, plantarla, amarla, besarla, tan fálica la torre, pero no por ello menos majestuosa, democrática o socrática. Era una torre de lo más aquel. No era exactamente de marfil. Se creía revista y quién sabe, tal vez lo era. Ay qué torre de papel, llena de papeles, con campanas, tanto que nos gustan las campanas a todas nosotras que somos así. Bueno, déjame no generalizar. Tan lindas las campanas, tan preferibles a las sirenas y al macanazo, a ese sonido mudo del golpe de la macana, ese sonido de madera que no cabe ni debería caber en la torre ni en las orejas de la loca, ese sonido tan opuesto al de las consignas y gritos y reclamos y pancartas que tanto prefiere la loca cuando son justas y necesarias. ¿Fue hecha la torre para oír el sonido de la madera que golpea o del plástico vuelto esposas o de las bombas lacrimógenas? ¿Qué cree la torre del caballo vuelto arma salvaje para pisotear e intimidar a estudiantes y trabajadores y profesores? La torre lo ha visto todo, hasta sangre de muerte. ¿Cuánto maricón no habrá pasado por la torre, en la torre, entre sus pasillos y escaleras? Cuanto policía no habrá visto, cuanto estudiante. ¿Será ésta mi torre? A la loca le gusta. La loca tiene fiebre de torre, antojo, hambre y sed. Española se creerá la loca, ¿o es morisca? ¿Mozárabe? ¿Visigoda? Egipcia como las pirámides, egipcia y faraónica como las multitudes democráticas que lograron la salida del gran dictador. Arquitecta o arquitectónica, con afán de ingeniera ¿o será de ingenieros y arquitectos en este día del amor? A la loca no le gusta la torre bañada en sangre ni vestida del rojo de la violencia. A la loca no le gusta la policía que macanea estudiantes ni ex-presidentes muertos en vida ni rectoras incompetentes y antihumanas ni juntas de síndicos que reclaman por los días de Roma, de mártires cristianos y esclavos tirados al gran león. La loca es maestra, ¿qué loca no lo es? La loca es maestra de la vida y por eso la loca educa, ay, cómo educa, enseña y enseña y habla y habla a más no poder, limpia y pule y da resplandor, empuja y suplica y llora, porque hay que llorar y gritar y cantar y bailar, especialmente con panderos y congas y palmas de carne y hueso, chocando las manos para hacerlas sonar. Ay qué torre. Ay qué amores. Ay qué loca. Amaos y amaas, mis queridos y queridas compañeros y compañeras. Amados y amadas serán y son, esta torre es amor. Este recinto es amor. Esta loca es amor. Y ya vendrá, ya vendrá el día en que la policía será amor y la presidencia y rectoría y junta de síndicos serán para el amor. Espejo de amor, torre de amor, maricón de amor.

(Texto leído en el Sit-in/Stand-up/Lectura de escritores y escritoras del país frente a la Torre de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, el lunes 14 de febrero de 2011. Convocaron Melanie Pérez Ortiz y Rafa Acevedo.)

Foto por Ivan Chaar-Lopez, 14 febrero 2011, Río Piedras, Puerto Rico.