Tuesday, May 17, 2011
dios en el Playgirl de noviembre
(Víctor Alicea interpreta a La Tongo.)
Publicado: lunes, 16 de mayo de 2011
Larry La Fountain-Stokes/Especial para En Rojo (Periódico Claridad, Puerto Rico)
El puertorriqueño Abniel Marat siempre ha sido un dramaturgo y poeta audaz, atrevido y polémico, como bien sugiere el provocador título de su drama dios en el Playgirl de noviembre. Entre sus metas: cuestionar la moral dominante; desacralizar lo sacro; proponer una política que valide los movimientos sociales de izquierda sin descartar la diferencia sexual. Esto también queda extremadamente claro en su célebre libro Poemas de un homosexual revolucionario de 1985, recientemente reeditado como parte de su obra completa por la Editorial Tiempo Nuevo.
dios en el Playgirl de noviembre es una obra de 1981 (corrección: de 1983) que se presentó del 29 de abril al 9 de mayo de 2011 en el Teatro Victoria Espinosa de Santurce como parte del 52 Festival de Teatro Puertorriqueño del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Producida por Teatro Uno y dirigida por Mariana Quiles Fabián, contó con la destacada actuación de Cristina Sesto y Víctor Alicea. La calidad literaria del texto y la pasión de los actores fueron los elementos más llamativos de la representación.
Esta obra consiste de cinco monólogos, cada uno marcado por la experiencia del dolor y por la meditación sobre el significado de la muerte. En el primero, Cristina Sesto hace del Padre Isander, un ser torturado de cincuenta años que se encuentra ante el lecho de muerte de su madre, a quien no le administrará los ritos de extrema unción como venganza por el sufrimiento que él siente que su madre le ha causado. Isander es un hombre amargado, desagradable, que culpa a su madre por su represión sexual. Se aprovecha del estado decaído de su progenitora para contarle de sus primeras experiencias sexuales. Sesto lo representa de manera magistral.
El segundo monólogo es del Padre Miguel, compañero de seminario de Isander, en el momento que espera su fusilamiento a manos del ejército nicaragüense, quienes lo torturan debido a su apoyo a las causas revolucionarias. Víctor Alicea presenta el monólogo de rodillas, sus brazos en forma de cruz y su rostro y pecho cubiertos de sangre. La escena funciona para recordarnos la terrible violencia sufrida en Centroamérica durante los años 70 y 80, como resultado de sus guerras civiles.
El ciego es el tercer personaje que conocemos. Interpretado por Sesto, el pobre mendigo ciego nos cuenta su historia de vida tras crecer en La Perla. Lo acompañamos en el hospital donde acaba de recibir un transplante de córneas que le pertenecieron a un rico americano fallecido, dueño de farmacéuticas. El ciego odia su nuevo sentido de la vista, pues siente que el mundo es igual de malo o incluso hasta peor ahora que lo puede ver todo.
(Cristina Sesto hace del Tío Abniel.)
El cuarto personaje es posiblemente el más tierno y el más brillantemente ejecutado. Se trata del tío Abniel, un anciano payaso al borde de la muerte que le habla a su muñeca Petrushka. Sesto lo interpreta bellísimamente, vestida de arlequín, guindando elevada sobre las sogas que cruzan el escenario formando un tipo de telaraña. El tío Abniel habla de su sobrino Isander quien no lo visita y de la enfermera que no lo oye.
Por último tenemos el monólogo más conocido y famoso de esta obra, el de La Tongo, interpretado con gran chispa por Víctor Alicea. Se trata de una travesti del Viejo San Juan que comparte sus experiencias con el público. Alicea tiene muchísima gracia y candor y se luce en su representación de una canción de Iris Chacón. Bromea con el público e inyecta un fuerte elemento de comedia a una obra más marcada por el pathos. Descubrimos al final que nos habla desde la ultratumba, ya que un vecino pentecostal le ha pegado fuego a su casa, quemándola viva. El monólogo presenta un discurso de vindicación de la identidad sexual gay y afirma su puertorriqueñidad. Desafortunadamente en cierto momento empezó a sonar panfletario, de otra época, falto de la intensidad de los otros monólogos. En medio del acto, el actor también procede a desvestirse, quitándose los elementos de vestuario y la peluca de su personaje travesti. Este “develar el ser” le quita toda gracia al personaje y no contribuye a la efectividad de la obra.
dios en el Playgirl de noviembre es un interesante reflejo de su época. Los textos son de gran lirismo y emotividad política y vivencial, si bien ya no corresponden del todo a nuestro momento actual. La puesta en escena tuvo algunos elementos cuestionables, tales como las grabaciones de poemas con voz del propio dramaturgo, la escenografía de telaraña que no se aprovecha del todo y los extraños movimientos de danza moderna o butoh interpretados por los dos actores. Estos elementos menores no impidieron que se apreciara la obra en su totalidad.
El autor es profesor asociado en la Universidad de Michigan, Ann Arbor.
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