Monday, January 10, 2011

Sobre platanutres y los libros de la década



Cómo ustedes saben, yo soy Lola von Miramar y hoy les voy a hablar de cocina y de literatura. Más específicamente, les voy a hablar de los libros puertorriqueños “que dejaron huellas” en la primera década del siglo veintiuno según la insigne crítica literaria del periódico El Nuevo Día, Carmen Dolores Hernández. También voy a hablar de cómo hacer platanutres y tal vez si me da tiempo hasta exploro el tema del mofongo. Carmen Dolores Hernández sabe de libros y Lola von Miramar sabe de plátanos fritos. Y a mí no hay nada que me guste más que la fritura.



¿Por dónde comenzar? No puede ser fácil freír un libro porque el papel tiene la tendencia de absorber mucha grasa. ¿Qué ayuda? La temperatura tiene que estar bien alta, pero no demasiado. Me han dicho que el aceite de maíz es bueno, aunque el de soya también, y hasta el de maní. Hay todo un debate sobre si se debe freír con aceite de oliva porque tiene un punto de humo más bajo que otros aceites, pero dicen que su valor nutricional justifica y hasta le puede dar un gusto especial al libro. El otro problema es que el papel es un material altamente combustible, tú no haces más que pegarle un fósforo y ya te cogió candela. ¿Alguien tiene un fósforo o un lighter que me preste?

(Para ver más fotos de la fritura de un libro presione aquí.)


(Imagen de Carmen Dolores Hernández -de blanco y negro- y Magali García Ramis.)

Lola conoce a Carmen Dolores Hernández desde que Lola era niña, por eso a Lola le ha partido el alma ver cómo Carmen Dolores excluye a ciertos escritores. Por supuesto, muchos dirán ¿y qué? ¿Qué importa lo que diga Carmen Dolores Hernández? Lola hasta tiene amistades universitarias que dicen que ellas ni leen lo que escribe esa señora. El problema es que Carmen Dolores Hernández es la única crítica literaria con trabajo en el periódico más importante del País. Y Lola no puede estar cocinando el día entero. Y de todos modos, no hay nada como un periódico viejo para absorber la grasa y envolver las cáscaras de plátano verde en la cocina. Porque de cocina yo sí sé.

Queridas amigas: como sabrán, Lola se ha vuelto famosa en el mundillo cibernético por su video educativo de cómo freír tostones con tacas, lo hizo con Saltina Bouvier y Daphne Dumount en Chicago y cómo han hecho reír a la gente esas tres, dime tú, quién se lo iba a imaginar que una cocina llena de dragas podía ser tan graciosa, pero lo que pasa es que ellas están muy bien integradas: una pelirroja, otra morena y una rubia, ¡adivinen cual soy yo! Y cómo gozan Lola, Saltina y Daphne porque ellas no sólo improvisan con sus zapatos cuando no encuentran la tostonera, ellas se lo comen todo. Y esos tostones quedaron bien buenos porque dime tú que cuando empezaron a aplastar los plátanos aquello parecía que querían hace mangú de lo mucho que le dieron a la masa, pero no, rápido metieron aquello en el sartén de nuevo y salieron unos tostones bien, bien crunchy que bajaron bien suave porque tenían adobo y estaban mojaditos con mayoketchup. Y como todas sabemos, todo lo mojado baja mejor.

Pues los tostones son un fenómeno internacional o al menos hemisférico porque se dan en toda América Latina, hasta tienen sus propios nombres, les dicen patacón pisao en Colombia y Ecuador y Panamá y plátano a puñetazos en otras partes. El libro aplastao también es más práctico y ocupa menos espacio porque dime tú, si el libro está todo abierto y se le salen todas las páginas pues no lo puedes poner en el estante con la misma facilidad. Pero los libros no están hechos para estar en los estantes, están hechos para tener vida propia y correr por el mundo felices.

¿Pero cómo puede una estar feliz cuando le ignoran los libros? Yo solo puedo empanizar cierta cantidad de libros al día y venderlos como si fueran un bistec de pollo o de res antes de que la gente se empiece a dar cuenta y a quejarse porque les tengo que confesar un secreto, los libros no son tiernos, al menos no al paladar y la gente se da cuenta cuando le dan gato por liebre o iguana por pollo, aunque me han dicho que en los restaurantes chinos de Carolina ahora están sirviendo pepper chicken hecho con gallina de palo y mi amiga Karina me acaba de contar que se comió una empanadilla de doce pulgadas rellena de cocodrilo en el barrio Pozuelo en Guayama. Yo nunca he probado ni ardilla ni iguana ni cocodrilo, me muero por comerlos, ya comí avestruz y me supo a vaca.



Hablando de avestruces, no puede ser fácil ser un niño en Puerto Rico y de la noche a la mañana amanecer siendo pato, como la cucaracha de Kafka. Dicho sea de paso, aquí no estamos hablando de comer insectos, que es la nueva moda, al menos según el New York Times. Aquí de lo que estamos hablando es de que los patos vuelan y se parten y los cazan. Ponme tú a un pato puertorriqueño en un libro y vamos a ver cuán lejos llega. Yo no estoy hablando de un pato frito que tú lo metes en la guía de teléfono a ver si las páginas te absorben la grasa. Lola de lo que te está hablando es de los patos que hablan, no los de Disney sino los que viven por allá, por los Niuyores. Porque aquí parece que ahora está bien ser pato si se vive aquí y se habla de Santurce o del novio en la Ciudad de México que se quiere volver Tina Modotti, pero no del pato que se embarra de mierda o del que le debe media vida a las tarjetas de crédito y se va a morir de sida. Y valga aclarar que estamos hablando de la lista de “Los libros boricuas del 2010” de Carmen Dolores Hernández, porque entre los “Libros que dejaron huellas en la década” no hay un solo libro de patos, ni siquiera la pionerísima antología Los otros cuerpos: Antología de temática gay, lésbica y queer desde Puerto Rico y su diáspora (2007).



Hablando de patos, yo no sé si a los patos les gustan los platanutres pero me imagino que sí porque los patos comen de todo. Y a todas estas todavía no les he dado la receta.

Coge un plátano verde y me lo pelas y me lo cortas en rebanadas bien, bien finitas y yo me imagino que las puedes poner a remojar en agua y sal igual que los tostones, pues entonces calientas el aceite hasta que esté bien calientito pero antes de que bote humo y entonces me metes los plátanos ahí (pero sin el agua) y se cocinan bien rápido y cuando salgan, les pones sal o adobo mientras todavía están calientes.



¡Ya sé! Aquí lo que hay que hacer es libros de platanutres porque entonces la gente se los come y antes de que los cague puede que les saque cierto provecho. Un libro tan bello como Uñas pintadas de azul de un íntimo amigo mío, con unos cuentos tan bonitos de nenes puertorriqueños que se pintan las uñas en Nueva York y que luego se convierten en cyborgs en São Paulo y que se van a volar con otros pájaros en La Habana. ¿O qué me dices tú de Queer Ricans, el primer libro que documenta la producción cultural puertorriqueña gay y lésbica en la isla y la diáspora? A los platanutres les dicen chifles también y en Perú se los comen. Tal vez habría que imprimir los libros sobre planchas de plátanos y así quedarían bien atractivos.

Pero en realidad, yo creo que lo que habría que hacer es un mofongo de libros porque todo lo majado sabe mejor y así se le puede meter chicharrón de cerdo y mucho, mucho ajo. Quién sabe, si Uñas pintadas de azul y Queer Ricans tuvieran más especies y grasa y condimento tal vez ya hubieran aparecido en El Nuevo Día. Y Lola estaría muy feliz.

Pero colorín colorado este cuento no se ha acabado porque esto no es un cuento de hadas y dadas las circunstancias en toda honestidad yo creo que lo que verdaderamente corresponde es comerse los libros bien empapados de aceite de oliva y ajo. No en balde me han dicho estofona toda la vida, que viene de estofar, que quiere decir llenarse de libros. Pues ahora a volver esos sueños realidad. ¡A comer libros! dice Lola, arrancando las mejores partes, metiéndoselas a la boca y masticando y tragando hasta vomitar. ¡No hay nada como el canibalismo de palabras y la regurgitación de papel! Nada como ser ignorada.